En el artículo La llorona del Viernes Santo. Cuadro tradicional de costumbres antiguas, publicado en La alborada (año I, n° 8, sábado diciembre 5 1874, p 60-1, dL nov 1° 1874) Palma hizo escarnio de los visitantes al cementerio el día de difuntos: “Para mí sólo hay una profanación superior a ésta [se refiere a la llorona del Viernes Santo], y es la que anualmente se realiza, en las grandes ciudades, con el paseo o romería que en noviembre se emprende al cementerio. La vanidad de los vivos y no el dolor de sus deudos es quien ese día adorna las tumbas con flores, cintas y coronas emblemáticas. ¾¿Qué se diría de nosotros? ¾dicen los cariñosos parientes¾. Es preciso que los demás vean que gastamos lujo¾ Y encontré vanidad hasta en la muerte, dice el más sabio de los libros. || [...] El verdadero dolor huye del bullicio. Ir de paseo al cementerio el día de finados por ver y hacerse ver, por aquello de ¾¿adónde vas, Vicente? adonde va toda la gente¾ como se va a la plaza de toros, por novelería y por matar tiempo, es cometer el más repugnante y estúpido de los sacrilegios”. (La llorona del Viernes Santo). Cito por Palma, 1932: t II, p 160-161.
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