martes, 31 de mayo de 2011

8. EN EL IMPERIO DE LA POLITIQUERÍA


En  las  campañas  para  elegir  presidente  de la república y representantes al congreso los candidatos se gritan vela verde y zamba canuta. Guillermo L. Guitarte (1974: p 75-6)[1] dilucida el enfrentamiento entre Vivanco y Castilla de 1842: «Algunos episodios de la vida pública del general Vivanco, caudillo conservador del Perú, muestran la relación  que ha debido existir entre su posición política y el lenguaje. Por su misma desmesura, las anécdotas que recordaré permiten ver dicha relación como a través de un lente de aumento. En 1842, durante la lucha por el poder entre Vivanco y Castilla, éste hizo publicar en Tacna unas cartas del primero que habían caído en sus manos. En la imprenta las estropearon y aparecieron sin gramática. Vivanco quedó mortificado al ver que hacía figura de no dominar el español y, a su vez, hizo reproducir fielmente las cartas en un periódico de Arequipa, para que se viera que no se había educado “entre llamas y en la choza” como su rival y “complaciéndose en señalar los efectivos errores lingüísticos del zamarro animal [Castilla]” 34. [Aquí Guitarte cita a  Basadre, 1924: p 215]. También en su manifiesto de 1854 contra Castilla, Vivanco censura errores de lenguaje en los decretos de aquél 35  [Aquí Guitarte cita a  Basadre, 1924: p 123], caso único, creo, en que se han esgrimido argumentos de corrección lingüística para justificar una revolución. Quien no conozca la sensibilidad americana en materia de lenguaje no comprenderá estos aspectos risueños de nuestras trágicas guerras civiles. A la luz de lo anterior, cuando el Supremo Director Vivanco pronunciaba sus impecables zetas que tanto impresionaron al joven Ricardo Palma, ¿no estaba queriendo manifestar con ello que sus obras de gobierno corresponderían a las de un hombre civilizado, lo que pensaba que no podría hacer su rival Castilla (que sin duda sesearía), a quien calificaba de “zamarro animal” criado entre llamas porque cometía errores lingüísticos?».
El limeño choleó al provinciano. Precipitó el ataque racista teniendo en cuenta: (1) que la abuela de Castilla, doña Magdalena Romero, fue “india de Tarapacá”, según Sir Clements  R. Markham (1941: p 302). y (2) que eran públicas y notorias las deficiencias lingüísticas  de Castilla, pecado que la clase dirigente de la época castigaba severamente.
En el proceso de 1849-1851 compitieron el general Manuel Ignacio de Vivanco, el general José Rufino Echenique y el terrateniente iqueño Domingo Elías.              Se vivía una democracia imperfecta. Los ciudadanos que gozaban del derecho al voto constituían una ínfima minoría. El general Vivanco pretendió seducir a los electores. Darles en la yema del gusto elitista. Introdujo la moda huachafa de pronunciar el sonido z. Encontró simpatizantes  entre  muchachos inocentes, como Ricardo Palma. En Gazapos oficiales (1899) éste rememoró la anécdota: “Era yo mozalbete y, como otros muchachos creía que para merecer título de vivanquista de primera agua bastaba y sobraba con no discrepar en la pronunciación de aquellas consonantes [c y z]. Hasta  creo que (¡Dios me perdone el candor!) a fuerza de perseverancia llegué a habituarme. Pero pasó de moda el vivanquismo, como pasan todas las modas, todos los partidos y todos los hombres que los simbolizan, y las limeñas dieron en burlarse de los que pronunciábamos c y z, bautizándonos con el mote de azucenos. Trabajillo me costó olvidar la maña, lo confieso”. (TPC, p 1514-5).
Mientras duró la justa  electoral Palma colaboró con el diario vivanquista El Correo Peruano. El general Vivanco perdió las elecciones. Las ganó el general José Rufino Echenique, el presidente que dilapidó el tesoro del guano.  Palma para sobrevivir en un medio hostil a las letras olvidó sus poses aristocratizantes, y colaboró en el diario echeniquista El intérprete del pueblo (Holguín Callo, 1994: p 459).  Había sido liberal desde 1848. Adhirió al proyecto conservador de Vivanco por conveniencia política del momento, y no por convicción doctrinaria.
En algún momento el castellano de América se diferenció del castellano de España al dejar de pronunciar el sonido z,  fenómeno irreversible que se conoce con el nombre de seseo. No en todas las regiones españolas  se distinguía la pronunciación de s de la z. Prácticamente la z era un sonido muerto. Y resucitar a un sonido muerto no pasaba de ser una utopía. Esta utopía se dio en la primera mitad del siglo XIX, en Bogotá y en Lima, es decir, en la periferia del ex-imperio.
Durante el proceso electoral de 1849-1851 Palma debutó como periodista, político y narrador. En alguna hoja volandera, al calor de la polémica, debió publicar Consolación (1851). Esta su 1ª  tradición  refleja la crisis de espiritualismo que lo agobiaba. Y sobre  todo, el deseo romántico de escapar de sí mismo. Se decía plebeyo, y suscribía la tesis del aristócrata Vivanco. Se decía liberal, y abrigaba la utopía conservadora de resucitar un sonido muerto. Palma militó en las filas ultraconservadoras del general Manuel Ignacio de Vivanco en la sublevación (noviembre 1856-junio 13 1857) de éste contra Castilla. Palla-huarcuna representa una regresión en la evolución del estilo y la ideología. El autor debió escribirla en 1856, fascinado por el garbo, el abolengo y  el desplante aristocrático del general Vivanco. El purismo lingüístico se convalida con el puritanismo sexual.


[1]      En marzo 8 2003 el  lingüista sanmarquino y palmista en agraz Augusto Bernardo Alcocer  Martínez   me envió una copia fotostática del trabajo de  Guillermo L. Guitarte (1974).

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