jueves, 2 de junio de 2011

16. ESPÍRITU DEL SIGLO


Palma publicó en forma anónima  el artículo  Espíritu del siglo en  El intérprete del pueblo (febrero 7 1852, n° 13, p 3, col b y c), el día que cumplió 19 años de edad.  Hizo un somero recuento de su infancia y juventud, desde que vino al mundo hasta 1852. Se presentó como un niño juguetón, que le tomaba el pelo a la madre, al padre, a la tía, a la abuela y a la cocinera.
Este relato es singular. Por primera vez  Palma habla de su madre. De la abuela también  habla, pero en otro tono. Aquí aparece como narradora de cuentos terroríficos. No se sabe si se trata de la abuela materna o de la abuela paterna. Cuando se refieren a ellas  los niños suelen nombrarla por sus nombres de pila para diferenciarlas. Se impone una constatación: el lenguaje de este pasaje no refleja la expresividad infantil. Quizás se deba a que el tono fundamental es burlón y jactancioso.
Es muy difícil que un hombre de 19 años recuerde las travesuras protagonizadas a los 4 años de edad. Palma ha elaborado una escena trivial, que le sucede a cualquier hijo de vecino. El niño es el centro del núcleo familiar. Y para llamar la atención se insubordina durante todo el día. Y cuando la madre pretende imponer orden en el hogar, el padre sale en defensa del primogénito. Como éste no recibe su merecido, vuelve a la rutina diaria de las diabluras. En una sociedad machista corresponde al hombre sentar el principio de autoridad y respeto. Y al renunciar a esta obligación, se gana el apelativo de “campechano”.
Con la abuela también repite el plato. Generalmente la abuela dispone de más tiempo para jugar con el niño. Y también para malcriarlo. Tanto, que Palma llega a decir: “A la Santa señora se le caia la baba con mis gracias; [...]”. La expresión es tan gráfica, y tan popular, que no vacilo en destacar el hallazgo del joven narrador. A los 19 años Palma ya había encontrado la marca inconfundible de su estilo. En Espíritu del siglo ya se insinúa el futuro autor de las Tradiciones Peruanas. Cierra el § con estas líneas de antología:  “Al estrupicio salia papá, se enteraba del percance y tomaba á su hijo en brazos, diciendo: ¡Qué diablo de muchacho! Ya quiere  ser militar! Si digo que el espíritu del siglo........!”. Primero llama a la abuela Santa señora; y luego el padre exclama: ¡Qué diablo de muchacho! Lo sagrado y lo profano, Dios y el Diablo,  se alían en el lenguaje de Palma para crear una atmósfera de fina ironía humorística. El llamarla Santa señora no le impide burlarse de ella. Aquí ya está presente el lenguaje irreverente del  ironista  maduro. La falta de respeto a lo sagrado debió nacer en Palma en los juegos infantiles con la abuela materna, tan querendona de  la religiosidad afroperuana. Debió nacer con la aquiescencia y complicidad de toda la familia Palma.

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