miércoles, 8 de junio de 2011

32. PREDESTINACIÓN


            En 1861 Palma publicó la tradición Una trajedia [sic] de bastidores en La Revista de Lima (mayo 15 1861, t III, n° 10, p 401-11, dV mar 12 1861. En 1862 cambió de título. Se llamó Predestinación. Y en I 1872 fue dedicada a Carlos Augusto Salaverry. Permaneció en la I serie y con la misma dedicatoria a partir de I 1872. Constaba de 7 capítulos numerados con números romanos. En el capítulo IV describe la Alameda  de los Descalzos. Es la  primera y última vez que el autor hace una descripción paisajística un tanto detallada en las Tradiciones Peruanas. En este mismo escenario tendrá lugar el pacto de don Dimas de la Tijereta con el Diablo en la tradición Don Dimas de la Tijereta (1864).
            Merece que lo transcriba íntegramente. Dice: “Era el 2 de Agosto de 1814 y el pueblo se dirigía en tropel á la Alameda de los Descalzos, que no ostentaba el magnífico jardin enverjado, ni las marmóreas estátuas que hoy la embellecen. Calles de sauces plantados sin cimetría, algunos toscos bancos de adobes y una pila de bronce al costado del conventillo de Santa Liberata constituian la Alameda, que sin embargo de su pobreza era el sitio mas poético de Lima. Contemplanse desde él las pintorescas lomas de Amancaes, el empinado San Cristóbal, cuya forma hizo presumir que encerrase en su seno un volcan y el pequeño cerro de las Ramas, donde contaban las buenas gentes que solia aparecerse el diablo, en cuya busca subió mas de un crédulo desesperado. Y en el fondo de la Alameda, como invitando el espíritu á la contemplación religiosa, severo en la arquitectura de su fachada y misterioso como el dedo de Dios, se destaca el templo de la recoleccion de los Descalzos; fundado en 1592 por el padre Andres Corzo”.
            En el capítulo II también aparece el retrato de la guayaquileña María Moreno, nacida en 1794. Es la primera vez también que el autor se muestra sensual a la par que el personaje femenino. Dice: “Al llegar á Lima contaba la jóven actriz muy cerca de diez y nueve años y era de fisonomía suave y simpática. Imagínese el lector un rostro ligeramente ovalado entre un marco de negros y sedesos [sic] cabellos: una frente tersa, y arqueadas cejas sobre magníficos y relucientes ojos garzos capaces de incendiar un corazon de Caoutchout: unos  labios purpúreos, pequeños é incitantes; hombros mórbidos  y seno voluptuoso. Y si á estos rapidos detalles añade una sonrisa, á la que aumentaban gracia una linda trinidad de hoyuelos y una voz dulce como una esperanza de amor, fácil es de adivinarse el cúmulo de simpatías y de adoradores que conquistaria en la escena la  mujer que se presentaba con tales recomendaciones físicas. El mismo Virey Abascal, á pesar de su gravedad, años y achaques, quemaba de vez en cuando el incienso del galanteo á las plantas de la cómica”.
            En el capítulo III  describe así a “la mas salerosa andaluza que hasta entonces había pisado las orillas del Rímac: “Paca Rodríguez era una garrida muchacha de veinte eneros, con unos ojos del color del mar; decidores como una tentacion y hermosos como la luz. Su tez era un poco morena y fresca como el terciopelo del lirio y sus labios encendidos estaban sombreados de ese boso imperceptible casi, que revela la organización vigorosa de una muger. Para completar el retrato de Paca digamos que en cuerpo era ágil, esbelto y que respiraba volaptuosidad [sic], gracia y soltura por todos los poros. Siendo ella bailarina nos hallabamos obligados á poner al descubierto sus torneadas piernas; pero si hemos de hablar lector, en puridad de amigos, creemos que mejor es no meneallo, y que pasándolas por alto, te libertamos de un pecado venial”.
            En el exilio de Valparaíso Palma descubrió la belleza sin par de la guayaquileña y de la andaluza, que tan famosas hicieron a las Tradiciones Peruanas. María Moreno es el antecedente literario de la guayaquileña que aparece en El alma de Tuturuto (1867) y de la guayaquileña Clementina Ramírez, que fue madre de Clemente Palma. A tanta belleza y voluptuosidad sólo cabe plantearle una objeción: denotan calor y color de pueblo. A las aristócratas Palma no se atreve a pintarlas con los colores subidos con que pita a las mujeres humildes, a pesar de que él a todos los vientos se declara plebeyo. Como si dijéramos que solamente pueden ser sensuales y voluptuosas las mujeres de cierta clase social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario