miércoles, 8 de junio de 2011

28. SEMBLANZAS (1859)

         En La Zamacueca Política, “periódico político, popular y joco-serio” Palma publicó, en forma anónima, 97 semblanzas de los integrantes del congreso extraordinario, elegidos en 1858, en el cual los liberales disfrutaron de precaria mayoría. Palma denuncia las componendas y enguajes políticos del gobierno de Castilla. En sus Semblanzas desfilan los personajes más connotados de la alianza establecida entre el militarismo y el clericalismo. A la sombra de ésta pululaban los congresistas de la clase media. Gestores de la corrupción, que la maledicencia identificaba con el mote de tronchistas. Ciudadanos que piensan con el estómago. Especie de ballena que todo le  cabe y nada le llena. Me resisto a creer que estas Semblanzas fueran retratos fidedignos de la época, pues Palma era muy dado a la exageración y a la chismografía. Ya estaba en campaña política. Se postulaba para diputado suplente por Lima. Y como una aplanadora debía demoler al enemigo “entornillado” en los escaños  del poder oligárquico.
A continuación copio la semblanza del senador por Pataz,  Fernando Casós:Es habilísimo orador. Sus discursos son tan magníficos como pueden serlo los de un hombre cuyas palabras no salen nunca del corazón, sino de la cabeza. He aquí por qué su voz no produce el efecto que debía. || Su facilidad para improvisar es grande. Fogoso en ocasiones, acre e incisivo muchas veces, ordenado en la argumentación, oportuno en la réplica, capaz un sí es  no es de entusiasmo, es más apto para la agresión que para la defensa. || Dotado de un talento natural y despejado, aunque falto de un juicio sólido, la indecisión constituye uno de los rasgos característicos de su fisonomía parlamentaria, indecisión que le ha hecho caer en crasas contradicciones así en sus actos como en sus palabras, y por la que a pesar de que se atreve a todo, no se decide por nada con una entera fe. || Por lo demás, es tan suceptible [sic] respecto de la opinión, que ni de las calumnias hace caso, ya se dirijan estas al hombre, ya al político. No sucede lo mismo cuando, como frecuentemente se ve, no  llevan sus discursos la convicción al ánimo de sus colegas, porque entonces se emperra como el niño a quien le niegan un juguete, y se retira de la sala o protesta contra la votación”. (Palma, 1961: p 60).

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