miércoles, 8 de junio de 2011

42. LA MUJER SENSUAL


La tradición El Cristo de la Agonía  está suscrita en Guayaquil, abril 12 1867.  Apareció por primera vez en El Nacional (año II, n° 488, sábado junio 15 1867, p 3, col b y c). Y en ella estampó  Palma estas  palabras de agradecimiento: “A orillas del Guayas me has brindado hospitalario asilo en los días de la proscripción y del infortunio. Cumple a la gratitud del peregrino no olvidar nunca la fuente que apagó su sed, la palmera que le brindó frescor y sombra, y el dulce oasis donde vió abrirse un horizonte de esperanza”. (El Cristo de la Agonía, 1867, TPC, p 448).Y en Guayaquil también escribió la tradición El alma de Tuturuto. En ella se rindió a los encantos de la guayaquileña: “La guayaquileña tiene la belleza del diablo; cuerpo gentil, ojos animadísimos, expresión graciosa, no poco arte y vivísima fantasía. En ella hay mucho de la mujer de Oriente. Pasa las horas muertas reclinada con molicie en la hamaca, con un libro y un abanico en las manos y dejando adivinar voluptuosas y esculturales formas por entre los pliegues de la ligera gasa de su traje”. (El alma de Tuturuto, 1867, TPC, p 159).
Antes de 1867 Palma estuvo en muchísimas ciudades de Europa  ¾Londres (1864), El Havre (1864), París (1864), Venecia (1864), Bruselas¾   y del Nuevo Mundo   ¾Valparaíso (1860-2), Jamaica,  Sao Luis de Maranhao (1865), Río de Janeiro (1865), Nueva York (1865), Belem do Pará (1865)¾. Conoció  a muchísimas mujeres. Pero ninguna de ellas lo hechizó con la fuerza telúrica de  la guayaquileña. Simplemente, porque  Palma era un hombre de sangre caliente. Un gozador afroperuano. Un hijo del desierto. Un costeño a carta cabal,  que se jactaba de tener éxito con las mujeres. Lo va a decir bien claro, después, a propósito de la chiclayana, en la tradición La Conga (1891). Habló de este baile afroperuano, y también habló de sus conquistas amorosas en términos militares: “[...] ¿Cómo nació y cómo murió la Conga? Eso lo sé yo con puntos y comas, como que la Conga está unida al recuerdo de mis mejores días de entusiasmo juvenil; a mis tiempos de periodista político y de aventuras revolucionarias; y a mis horas de asaltador, con fortuna no siempre adversa, de plazas femeniles”. (La conga, 1891, TPC, p 1144-5).

No hay comentarios:

Publicar un comentario