miércoles, 8 de junio de 2011

34. ANALES DE LA INQUISICIÓN DE LIMA


            El libro Anales de la Inquisición de Lima fue publicado en Lima, en 1863. El Prólogo está datado en Lima, noviembre 15 1863. Conforme fue escribiendo, en Valparaíso,  los capítulos Palma los fue publicando, simultáneamente y por entregas, en La Revista de Lima y en la Revista de Sud América, entre 1861 y 1862. Para editar los Anales de la Inquisición de Lima no pasó en limpio el texto. Utilizó una copia de la versión que había aparecido en la Revista de Sud América. Sembró los márgenes de las páginas  impresas con algunas apostillas, tachaduras y enmendaduras.  Hizo este trabajo con  prisa, con sus ojos miopes, atosigado de café y tabaco, a altas horas de la noche.
            El libro se imprimió en papel corriente. Salió con muchísimas erratas. Constó de: V-XV páginas de Prólogo +  104 páginas de cuerpo + XII páginas de apéndice, numeradas con romanos mayúsculos. Formato: 20 cm de alto x 13 cm de ancho. No se sabe con certeza  de cuántos ejemplares constó la 1ª ed. Calculo que debió bordear el medio millar. Como no tiene colofón, también se ignora la fecha exacta en que vio la luz. Ningún bibliógrafo lo ha analizado con detenimiento. Seguramente no circuló mucho en Buenos Aires. Era costumbre de la época que la prensa divulgara  los artículos que habían aparecido en otras revistas  o periódicos del continente. 
La Revista de Buenos Aires, por ejemplo,  reprodujo, en 1867, 2 entregas de la Revista de Sud América cuando la edición limeña de 1863 de los Anales de la Inquisición de Lima ya se había agotado. Estas entregas son: (1) con el título de  Anales de la Inquisición de Lima: t 14, año V, n° 56, diciembre 1867, p 587-99, dV feb 1862; y (2) con el título de Ángela  Carranza. Anales de la Inquisición de Lima, t 20, año VII, n° 78, oct 1869, p 261-73, dV 1861.
Al componer los Anales de la Inquisición de Lima, entre 1861 y 1862, Palma contaba 28 años de edad. En 1859 ya se había producido en  él el cambio estilístico que he advertido al estudiar la tr El Nazareno (1859). En consecuencia, los Anales de la Inquisición de Lima surgieron en el período de transición comprendido  entre 1859 (fecha de creación de El Nazareno) y 1864 (fecha de redacción de Don Dimas de la Tijereta (1864).
El libro constó de 5 artículos. En la edición madrileña de 1897 se llaman capítulos. Aumentan a 7, numerados con romanos mayúsculos. El autor no logra ordenar bien los materiales acopiados. Empieza describiendo las incidencias de un auto de fe. Suspende la narración para explicarle al lector nociones que debió desarrollar en un capítulo aparte. Entra en el terreno que los palmistas conocen  con el nombre de “digresiones”. Que Palma era muy propenso a estas interrupciones del discurso narrativo desde 1852, se demuestra  analizando la tradición Flor de los cielos (1852).
El Artículo Segundo, escrito en 1861 y titulado Ángela  Carranza, es el más extenso y el más logrado. Se abre en la p [15] con estas palabras de presentación: “El nombre de esta mujer ha llegado á la jeneracion actual dando pábulo a multitud de consejas tan fabulosas que las madres asustan con él a sus pequeñuelos. Sabiamos que fué una de las víctimas del Santo Oficio; pero el drama de su vida nos era casi desconocido, hasta que en nuestra mania de andar á caza de crónicas, encontramos algunos curiosos datos sobre la Carranza. || Ánjela  Carranza era, en nuestro concepto, una mujer de imajinacion, cuyo talento se estravió por la lectura de obras teolójicas que no alcanzaba á comprender. Al ocuparnos de ella hemos tenido á la vista entre otros papeles inéditos, la relacion del auto de fé de 1694 que publicó en la imprenta real de Lima el Dr. D. José del Hoyo, Secretario del Secreto y Promotor Fiscal del Santo Oficio”. (p [15]-16).
            Aquí el autor corta el hilo de su exposición, y da paso a 19 §, que ocupan las páginas 16-21. Reanuda el relato con el siguiente §, que abraza  las páginas 21-2: “Ánjela  Carranza nació en la ciudad de Córdova del  Tucuman en 1641, habiendo pasado á Lima por los años de 1665. Tanto en su patria como en el Perú supo conservar reputacion de casta y honrada, sin que alcanzaran á mancillarla las calumnias de sus enemigos. Dos años despues de estar en Lima corrió la voz de que recibia  favores y revelaciones del cielo, y en 1673 empezó á escribir estas, aumentando así entre el vulgo su fama de santa é inspirada. Atribuíanla el poder de practicar milagros y creian las almas candorosas que  curaba  toda especie de males por medio  de cuentas ó globulillos de cristal”.
            Siguen 2 § más en la misma página 22. Aquí da paso a la 2ª interrupción, de 15 §, que albergan las páginas 22-25. Retoma y termina el relato de Ángela  Carranza, en las páginas 25-34. En la 1ª secuencia  narrativa  del subcapítulo  XI del Artículo Segundo (páginas 31-2) presenta al Tribunal de la Santa Inquisición en términos burlescos: “Después de  5 años de prisión y tormento, Ánjela solicitó en 2 de Junio de 1694 una audiencia en la que se mostró arrepentida de sus doctrinas, confesó cuanto la exigieron y reclamó la clemencia de sus jueces. ¡Clemencia de los que convertian en el Júpiter del paganismo armado del rayo de la venganza á un Dios todo amor y misericordia! El Tribunal no fué sordo á los ruegos de la desventurada muger y empleando con ella lo que un cronista de esos tiempos llama inusitada bondad (Padre López, Esterminio de la herética pravedad. Lima, 1708) la condenó á salir  en auto público, vestida  de penitente, con vela verde en la mano, soga al cuello, abjurar de vehementi y escuchar la lectura  de su causa; despues de lo que sufriria  cuatro años de reclusion  en un monasterio, ayunando todos los viérnes y confesando en las pascuas y festividades de la Vírjen. Se la privaba  ademas del hábito de beata y útiles de escribir, se la prohibia hablar  en adelante  de sus revelaciones y se mandaban quemar por manos del verdugo los quinientos cuadernos que escribió la fecunda ilusa, asi como los retratos que de ella existieran. || Por edictos y bajo pena de incurrir en el desagrado del Santo Oficio, que no era enojo de despreciar, se ordenaba al pueblo entregar las cuentas,  pañuelos, medallas, zapatos y todos los chismes que en calidad de reliquias había repartido la beata”.
             En  la 2ª secuencia narrativa (páginas 32-33) necesitaba demostrar cómo la religión católica fanatizó al pueblo limeño, y pintó con vivos colores  el intento frustrado de linchar a la beata Ángela Carranza. La compadece,  se solidariza con ella y gana la simpatía del lector: “A las dos de la tarde terminó  este famoso auto de fé. Los otros seis reos que asistieron á él regresaron á su prision; pero Ánjela  quedó en el Convento de Santo Domingo, porque la compasiva  Inquisicion  quiso salvarla de que fuese apedreada por el pueblo. Al anochecer la sacaron por una puerta escusada  y montó en la histórica calesa verde, acompañada de un sacerdote y un paisano. Los muchachos atacaron el carruaje, acudió tropa, creció el motin, hubo vivas y mueras, ¡favor á la Inquisicion! y la aparicion final de un alcalde de casa y corte provisto de vara y de una escolta de alguaciles, gritando ¡por el Rey! mágico grito que hizo enmudecer muchas bocas, resultando á la postre del popular desbarajuste algunos contusos y un muerto. Milagrosamente llegó la beata viva a la cárcel, aunque uno de sus dos acompañantes  sufrió tres graves heridas de piedra. ¡Tanto puede el fanatismo en pueblos de índole templada! || La multitud que soñaba  con ver achicharrada una bruja, se retiró murmurando como el público cuando es defraudado en un espectáculo teatral, y para desquitarse del chasco celebró  en casi todas las calles de Lima simulacros de autos en los que arrojaban al brasero estátuas de la beata. ¡Al cabo era una distraccion como otra cualquiera! || Un mes despues fué trasladada Ánjela a un beaterio, donde es fama que murió mas loca de lo que habia vivido en sus buenos tiempos de escritora teóloga”.
            No se sabe a punto fijo  si el desborde colectivo ocurrió tal como lo narró Palma, o si sólo fue una re-elaboración de la imaginación calenturienta del autor hecha a base de consejas conservadas por el imaginario popular. No aparece en los Documentos Literarios del Perú  de Odriozola  (t VII, 1875), simplemente porque Palma la puso en letras de molde en 1861. No pecó contra la verosimilitud. Más bien colmó de animación y colorido local a las escabrosas historias del Tribunal de la Santa Inquisición de Lima. Tal vez fue por ella que le dijo en carta a su amigo argentino J. Pastor  Servando  Obligado: “Allá en los remotos días de mi juventud, ha más de un tercio de siglo, ocurrióme  pensar que era hasta obra de patriotismo  popularizar  los recuerdos del pasado, y que tal  fruto no podía obtenerse  empleando el estilo  severo del historiador, estilo que hace bostezar a los indoctos”. (Palma,  1966: t V, p 333).

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